Ecuador: El nuevo año empieza con la fiesta popular diablada de Pillaro
Píllaro, como usualmente se le llama, es una zona agrícola y ganadera que en la actualidad se destaca además por su producción artesanal, pequeños negocios, sus paisajes naturales como el cerro Huaynakury (Huayna, hijo del rey; Kury, oro) y las cascadas del valle de Quillán (Quilla, luna); la selva de los Llanganates, límite con el oriente, los cuales encierran mitos y leyendas, una de las cuales hace referencia al general Rumiñahui y cómo escondió el tesoro del inca Atahualpa.
CELEBRACIÓN Y FIESTA
Al inicio de cada año Píllaro está de fiesta; el color, la bulla, la gastronomía y una serie de actividades sociales, religiosas y profanas, son expresiones populares que ofrecen al interesado un espectáculo particular, con características cambiantes propias de una cultura mestiza (Aínsa 2006).
La Diablada Pillareña se presenta como un evento atractivo para turistas nacionales y extranjeros, sin embargo, existe discrepancia acerca de la autenticidad de dicha fiesta. A pesar de haber sido designada como Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado ecuatoriano el 29 de diciembre de 2008 (Ministerio de Cultura 2008), se evidencia resistencia en cuanto a su aceptación como elemento constituyente de las identidades de sus habitantes.
El objetivo de la presente investigación es aportar a la valorización de la Diablada Pillareña desde el análisis del performance, percibido en el sentido oscilante del término, dentro de una fiesta que combina elementos artísticos como música, teatro, danza y manifestaciones visuales, cuyos rasgos diferenciadores son el tiempo y el espacio, el contexto y la relación entre el imaginario de los sujetos y su práctica social narrativa. Además, es una puesta en escena donde las personas actúan y se desplazan por determinados escenarios sociales, para establecer y vincularse dentro de un drama social de emociones, intereses, valores y actitudes (Turner 1988: 27).
Las sociedades humanas conciben la fiesta como una necesidad. Según González (González 1998) en esta dinámica se expresan creencias, mitos, concepciones de la vida y del mundo. Por otra parte, Querejazu (Querejazu 2003) la denomina como un hecho social total. Mauss citado en (Aínsa 2006), la define como una celebración cíclica de expresión ritual y vehículo simbólico, que contribuye a significar el tiempo (calendario) y a demarcar el espacio. Además, la temporada de fiesta es atípica, fuera de lo normal, donde espacio y tiempo sirven para el funcionamiento de jerarquías diferentes a lo usual (Convenio Andrés Bello 2002 :28).
En este contexto se establece una relación dialéctica, paradójica y contradictoria, en la que se unifica la visión dualista del “gran paradigma de occidente” (Morin 1999: 9) entre lo sagrado y lo profano, la ceremonia: religiosa o cívica, lo lúdico, la celebración y la rutina, las pautas de institucionalización y de espontaneidad, la liturgia y la inversión, la trasgresión y el orden, la estructura y la communitas, las dimensiones de lo público y lo privado (Homobono 2004: 38).
A través de la fiesta, la identidad se construye con resignificación de imaginarios, en una realidad simbólica, social, económica y política, dinámica que se mantiene a pesar de influencias culturales externas. Como indica Homobono (Homobono 2004), la Diablada Pillareña es una fiesta que evidencia todas las características anteriormente expuestas, dinámicas sociales simbólicas que irrumpen en la tranquilidad del pueblo andino.
Es indudable que la presencia de diablos se evidencia en varios lugares de América, como lo menciona Díaz (Díaz 2008); dicho autor conceptualiza al diablo en América y la festividad de la diablada como una dinámica que data de cientos de años atrás, vinculada de manera directa con el etnocentrismo del colonizador, sin embargo, la existencia de la Diablada Pillareña no se reconoce más allá de 60 años atrás.
Autores como Montalvo, Reyes y Cuesta (Montalvo, Reyes y Cuesta 1928), realizan un exhaustivo recuento histórico de la provincia de Tungurahua, desde los años 1500, donde no se muestran pruebas de que esta manifestación cultural existiera desde esos tiempos. Igualmente, De Carvalho (De Carvalho 2001) no registra la presencia de dicha festividad. En tal sentido, según Reino (Reino 2006), el origen de esta celebración puede tener una connotación ancestral, aunque también otros criterios llegan a concluir, que no es desfile ni es diablada (De la Vega 2016).
En otro orden de cosas, no existe mayores datos por parte de los organismos culturales internos, aunque en la información de la declaratoria de Patrimonio Cultural se manifiesta que, según la memoria colectiva, esta dinámica cultural llega con los indios mitimaes de Bolivia y Perú y posteriormente los hacendados del lugar permitieron la realización de la fiesta en año nuevo.
Sin embargo, no existen evidencias claras de que la festividad se originara en aquellos tiempos, por lo que la Diablada va perdiendo ese sustento original, si alguna vez lo tuvo y varios participantes no tienen claro su origen, según se evidencia en las diferentes entrevistas realizadas durante el proceso de indagación, donde solo se menciona que es una tradición heredado de los padres. Así pues, esta Diablada dista mucho de otras similares en América Latina, ya que no está demostrado su origen, de orden religioso o ancestral.
Registros orales recabados de personas de 80 y 90 años muestran que en los años treinta del siglo pasado existió una representación que se llamaba: Legión de los Diablos, lo que se evidencia en el texto de Sánchez (Sánchez 2010). Esta historia de los diablos, sumada a la tradición de los inocentes, que se celebra en la serranía ecuatoriana, al parecer da origen a la festividad de la Diablada Pillareña, pero no en la magnitud ni con las características que se da en la actualidad.
La importancia de la Diablada Pillareña como evento performático simbólico va más allá de su origen ancestral, o qué elementos son tradicionales de la fiesta. Lo importante es que asistimos a una manifestación cultural que por sí misma es dinámica y cambiante, de relevancia para gran parte de los habitantes del lugar.
La Diablada Pillareña es una fiesta que, entre contradicciones, se enfrenta a cambios y resignificaciones constantes. La intención de la investigación es mostrar la fiesta como un performance inagotable de circunstancias e interrelación de los individuos, donde se involucran elementos simbólicos propios del evento.