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Diario Digital Amazónico, desde 13 julio 2017

Regional

Un voraz consorcio quiso devorar el corredor ecológico Llanganates Sangay

Marcos Mancero (GK):_En el corazón de la Amazonía ecuatoriana, muy cerca de Mera, una ciudad que tiene como eslogan Donde nace la vida, está el Corredor Llanganates-Sangay, un exuberante pedazo de selva de 30.000 mil hectáreas de bosque natural y 6.000 mil hectáreas de cultivos, pastizales y centros poblados, donde llueve con frecuencia y en cuyas entrañas fluye el crudo que apetecen el Estado y las compañías petroleras del país y el mundo. Ahora, el corredor se ha salvado de ser explotado, pero durante mucho tiempo estuvo en riesgo. Que esa devastación suceda, es un peligro latente.

Las especies animales necesitan desplazarse para cumplir su ciclo vital y satisfacer sus necesidades de alimentación, refugio, descanso, hibernación, reproducción. Los corredores ecológicos hacen esto posible: son las áreas donde las especies ejecutan estos movimientos vitales. Son, además, zonas de contacto —es decir, donde se encuentran— diferentes poblaciones de animales, aves e insectos. El corredor Llanganates–Sangay cumple ese papel fundamental y alberga cuencas y paisajes y conecta hábitats de especies animales y permite la propagación de plantas. 

El Llanganates-Sangay está amenazado, como tantos otros espacios amazónicos, por la explotación petrolera. De forma puntual, por el Consorcio bloque 28, integrado por la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) de Chile, Belorusnef (Bielorrusia) y Petroamazonas (Ecuador). El bloque fue adjudicado en 2015 por el Estado ecuatoriano.

El consorcio cree que encontrará reservas de entre 30 y 50 millones de barriles de petróleo. Para ello, iba a invertir 25 millones de dólares para la exploración inicial y unos 375 millones de dólares para su implementación

Mapa del bloque 28

Mapa oficial del bloque 28 tomado de la Secretaria de Hidrocarburos.

Pero la oposición de las comunidades, colectivos y activistas de la zona han detenido por el momento el megaproyecto en la zona, pero nada impediría que se retome este u otra empresa extractiva en la zona. Por eso, muchos de sus habitantes están vigilantes. 

La falta de consulta 

Como todo proceso extractivo en el Ecuador, el Consorcio 28 debió hacer una consulta ambiental previa a las comunidades kichwa que habitan en en las riberas del río Anzu: Simón Bolívar, Gavilán del Anzu, Jatun Paccha, Boayacu, Pukayaku, San Pablo de Allishungo. 

Pero nunca la hizo. Intentó con regalos —como mochilas y útiles escolares— conseguir la aprobación de la Construcción de una plataforma y su vía de acceso y la perforación de un pozo exploratorio y dos de avanzada en el área de interés anticlinal Mirador, Bloque 28. Un estudio previo de impacto ambiental hecho por el Consorcio, y que revisé minuciosamente, no tiene en cuenta la gran biodiversidad, el agua y la población del corredor. El documento, de 670 hojas, proponía un diagnóstico del entorno de manera superficial, que no tiene en cuenta que esta área es frágil ecológicamente. Tampoco considera que hay zonas de conservación y estaciones científicas que se dedican a la investigación y la protección del corredor.

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El documento tampoco tiene un análisis de las dinámicas e interacción socioeconómica que existe entre la población con el entorno natural y principalmente con el agua que abastece a los cantones Mera, Puyo y Santa Clara. Ese estudio ambiental tenía la intención de hacer creer que en el área de intervención no está habitado y que ahí solamente hay pastizales y bosques secundarios.

Pero no es así. Carlos Mazabanda, ex coordinador de campo de la organización Amazon Watch, destaca la riqueza hídrica del corredor: dice que es una de las pocas áreas de conexión entre los Andes y la Amazonía. Otras zonas de contacto han sido intervenidas y no hay      circulación de biodiversidad. El Llanganates–Sangay es uno de los últimos corredores que se mantiene como un remanente natural. Si se pierde, devastado por la extracción de petróleo o por asentamientos humanos, las especies animales y vegetales así como las de microorganismos no tendrán esta zona de contacto y circulación, alterando el equilibrio ecosistémico. 

 

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