Hoy Lionel Messi cerró un arco narrativo. Al levantar la Copa del Mundial de Catar 2022, cumplió con lo que para muchos le hacía falta para consagrarse como el mejor de la historia. Sí, así de apoteósico y así de determinante.

Como le decía la periodista Sofía Martínez tras su triunfo contra Croacia en semifinales, el capitán de la albiceleste se ha convertido en una leyenda en Argentina y en el mundo entero. «No hay nene que no tenga tu camiseta, la original, la falsa, la inventada o la imaginaria«, le decía mientras él escuchaba y asentía con ojos enternecidos. Le comentaba que ya era irrelevante si quedaba o no campeón del Mundial.

Era verdad: el mundo no habría dejado de idolatrar la genialidad del rosarino si la albiceleste quedaba segunda. Pero al ganar ese más que ambicionado torneo, Messi cumplió con lo que parecía escrito desde el inicio de su carrera. Si el mundo hoy celebraba su triunfo era por el relato épico que hoy llegó a su cierre. Messi superó su propia leyenda.

Messi levanta la copa del Mundial

Lionel Messi levanta la copa del Mundial Catar 2022. Fotografía tomada de la cuenta de Twitter de la FIFA.

«El peor Mundial de la Historia», fue como el escritor Carlos Dada describió, hace un mes, a Catar 2022, aludiendo –con razón— a los abusos y violaciones a los derechos humanos cometidos por el país anfitrión. Hablaba sobre el contexto histórico, no sobre el fútbol en sí.

En eso, en lo futbolístico, este Mundial ha sido todo lo contrario y superó todas las expectativas. Fue superlativo de principio a fin: la final de hoy ha sido descrita por varios medios como la mejor de toda la historia.

En DirectTV, en especial, los comentaristas argentinos se olvidaron de cualquier distanciamiento periodístico e insistieron en ello, emocionados, con la voz quebrada. Tenían razón. El partido entre Francia y Argentina fue un espectáculo total: hubo triangulaciones y jugadas de absoluta precisión y orden en cada equipo, genialidades de figuras como Mbappé, atajadas inverosímiles de los arqueros de lado y lado y seis goles antes de los penales definitorios.

Fueron más de 120 minutos cargados de sentido. Francia buscaba conseguir su segunda Copa del Mundo seguida, tras una participación impecable a lo largo del torneo.

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Kylian Mbappé, un jugador francés de padres africanos, sostiene la Copa del Mundo que ganó en Rusia 2018. Fotografía de Depositphotos

Argentina llegaba poderosa y resiliente a pesar de haber perdido su primer partido contra Arabia Saudita en la fase de grupos. Francia es un equipo europeo con una mayoría de jugadores afrodescendientes —un maravilloso producto de la inmigración y la globalización. Argentina llevaba sobre sus hombros los deseos sudamericanos de volver a levantar una copa mundial después de 20 años (el último campeón de este lado del mundo había sido Brasil, en 2002). Y, más allá de eso, estaba Messi.

“En un mundo ideal quedaría campeón Messi jugando para los marroquíes”, me decía un amigo hace unos días. Era —es— un sentimiento compartido. “¡Messi!”, me escribió mi madre con emojis que lloraban y celebraban poco después de que fue marcado el penal del triunfo. En el restaurante dónde vimos el partido, también se gritaba su nombre de mesa en mesa. Messi, Messi, Messi.

Obelisco de Buenos Aires

El Obelisco de Buenos Aires, uno de los monumentos históricos de la ciudad, donde miles de fanáticos se reunieron para celebrar la victoria argentina. Fotografía tomada de la cuenta de Twitter de la FIFA.

El jugador de 35 años resonaba más que cualquier forzada o arbitraria lealtad continental. Es un protagonista, un futbolista que encarna el viaje del héroe —la estructura base de todo relato según pensadores como Joseph Campbel.

Lo conocemos desde sus inicios como una genial promesa y lo hemos seguido hasta su última participación mundialista. Nos ha fascinado su timidez, su aparente inocencia, su madurez. Hemos visto cómo ha crecido su barba mientras se convertía en uno de los veteranos de su equipo. Nos ha acompañado al perder y frustrarse, y lo hemos comparado con el pomposo y también genial Cristiano Ronaldo, así como con su ídolo y rival en el amplio marco de la historia, Diego Armando Maradona.

Así se ha convertido en mito. El capitán de la albiceleste ostenta todos los títulos a nivel de clubes posibles, así como la Copa América y, ahora,  la del mundo. Es también el máximo goleador argentino en mundiales y el jugador en general con más victorias de su selección. Su lista de récords es extensa.

Messi abraza la copa del Mundial

Lionel Messi abraza la copa del Mundial Catar 2022. Fotografía tomada de la cuenta de Twitter de la FIFA.

En los números, no hay jugador que supere a Messi. Pero, como ha demostrado cada partido de este Mundial, en el fútbol los números se quedan cortos. Maradona es un mito en gran parte por las dramáticas y espectaculares hazañas de sus mundiales: al alzar la copa en México de 1986, su triunfo contra Inglaterra en venganza de la guerra de las Malvinas, sus polémicas como las de la Mano de Dios.

Es decir, lo que distanciaba al mito de Messi del mito del Maradona era un relato triunfal del mundial, la Copa del Mundo para ser el mejor; para superar la leyenda de “El Pelusa”. El viaje del héroe: a Messi solo le faltaba superar ese obstáculo para cerrar su arco. Hoy lo ha logrado. Si mañana decidiese retirarse, nadie tendría absolutamente nada que reprocharle. El planeta entero solo le tiene gratitud. Quizá en eso, también, ha superado a la divisiva figura de Maradona.

Nietzsche decía que la madurez es tomarse la vida tan en serio como un niño toma un juego y darse cuenta de que el juego era más importante. Finalmente, el juego y la ficción comparten una esencia: la invención colectiva de un conflicto del que participamos aunque no sea real. Da lo mismo si es el próximo episodio de House of Dragon, la novela de tu autora favorita o el fútbol. No importa si es la afición por los videojuegos o la pasión por el mundial: la suspensión convencida de la incredulidad nos define y acerca. Nos distingue como especie.

Lionel Messi celebra la victoria de Argentina

Lionel Messi celebra la victoria de Argentina en la final del Mundial Catar 2022. El fútbol sigue uniendo al mundo. Fotografía tomada de la cuenta de Twitter de la FIFA.

Homo ludens —el hombre que juega. Así empiezan a calificarnos algunos antropólogos. Tiene sentido, porque podría ser gracias a ese conflicto ficticio que existe el sentido mismo; la definición clara de un sujeto que desea y el obstáculo que le impone un predicado; que lo fuerza a tomar decisión.

Hoy vimos cómo ese sujeto superaba el conflicto de su relato y lo conseguía todo. Fue la final que merecía el viaje de este héroe.