80 guardias sin armas para 8.000 reos: qué está pasando en la Penitenciaría del Litoral, la cárcel de Ecuador que suma casi 190 muertos en dos masacres
En el penal del Litoral, en el norte de Guayaquil, el tiempo se mide en muertos.
En el penal del Litoral, en el norte de Guayaquil, el tiempo se mide en muertos.
BBC Mundo lo visitó días después de la masacre del 29 de septiembre y días antes de la masacre del 12 de noviembre. Entre una jornada y otra no se detuvieron los enfrentamientos en la penitenciaría.
Entre ambas fechas, el presidente Guillermo Lasso decretó un estado de excepción carcelario (el 29 de septiembre, tras registrarse casi 120 muertes) y un estado de emergencia nacional (el 18 de octubre), pero nada parece funcionar frente a esta ola de violencia.
Las dos jornadas suman casi 190 muertos, entre miembros de bandas criminales que pelean por el control de la prisión, pero también reos comunes, acusados sin sentencia y sentenciados cuyas condenas habían terminado hacía tiempo, como el caso de Jorge Leonardo González.
“Él cayó en octubre del 2020 y lo sentenciaron a ocho meses, el 17 de junio cumplió su condena, pero nunca salió a pesar de los escritos que presentamos”, nos dice su viuda, Vanesa Ávila, en su casa del barrio Bastión Popular de Guayaquil, mientras sostiene su foto.
González deja un niño de 11 años con ella y una joven de 15 de una relación anterior. En un escenario tan deshumanizado, su viuda al menos rescata un detalle:
“Gracias a Dios pudimos sacarlo de la morgue entero, no tenía golpes, no tenía nada, ni tortura, sólo tenía un disparo en la cabeza, eso fue todo”.
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La familia de Jonathan Burbano no tuvo tanta suerte. Su cuerpo presentaba quemaduras en el brazo y en el rostro y estaba, según describe su hermano, “negro de humo”.
“Murió por una hemorragia cerebral, como no tenía ni una perforación, ni una cortada, se presume que fue por una explosión de una granada”, le dice a BBC Mundo su hermano Alex, mientras camina por el malecón del Salado.
Tanto González como Burbano murieron en el motín del 29 de septiembre, ambos estaban en el pabellón 5 de la penitenciaría que ha puesto a Ecuador en el foco de las noticias internacionales.
“Infierno”
Cuando llegamos a las afueras del penal, una mujer que reparte papelitos con oraciones bíblicas nos entrega uno con el título “Lugar de tormento” que reza “sabía usted que existe un lugar espantoso llamado infierno (San Juan 3:16-17-18)”.
Tanquetas blindadas del ejército rodean la cárcel y, ese día, los militares han permitido que algunas mujeres puedan dejar ropa y otros objetos para sus seres queridos.
Una madre se queja de que lo máximo que le han prometido es colocar todo en un depósito hasta que las condiciones sean propicias para entregar las cosas a su hijo.
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Nadie está muy dispuesto a conversar con periodistas hasta que un vendedor de frituras y comida rápida, que lleva desde los 7 años trabajando en los alrededores de la cárcel, nos cuenta cómo viven los familiares de los presos cada día entre masacre y masacre.
“Aquí en la peni(tenciaría) todos me conoce como El Chino, además de vender comida le doy cuidando sus pertenencias a la visita, cuando vienen. Ahora la visita tiene miedo de venir aquí y hay internos que no quieren que vengan, pero las madres que tienen sus hijos ahí adentro son las que vienen y las que más sufren aquí afuera”.
Al Chino lo que más le duele son los presos que no tienen sentencia firme y mueren en enfrentamientos que ni siquiera entienden:
“Aquí hay harta gente inocente, hay personas que están unos 8 o 10 meses sin sentencia, que están ahí por gusto, prácticamente; pero cuando comienzan estas cosas cae el que es y el que no es”.
Según informó la periodista Karol Noroña en el medio ecuatoriano GK, el 70% de los presos no tiene una sentencia ejecutoriada “y vive en condiciones precarias, indignas, inhumanas”. El hacinamiento llega al 52%.
80 vs. 8000
Pablo Arosemena, gobernador del Guayas, provincia donde se encuentra el penal, señala que el gobierno ecuatoriano combate el hacinamiento de tres formas: a partir del traslado de internos a otros penales, con indultos y con la deportación de presos extranjeros.
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El gobernador explica a BBC Mundo que actualmente el penal del Litoral tiene aproximadamente 8.000 presos divididos en 12 pabellones, entre 600 y 700 presos por pabellón.
“¿Cuántos efectivos del SNAI (Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de la Libertad y Adolescentes Infractores) están controlando esa penitenciaría? Diría que unas 80 personas o menos, designados para custodiar 8.000 reos”.
Arosemena añade que los agentes penitenciarios, además, por ley, están desarmados, y deben enfrentar a bandas que “han logrado camuflar y meter armas en ese recinto penitenciario”.
Estas bandas criminales locales -como los Choneros, los Lobos y los Tiguerones- se disputan territorios al interior y al exterior de la cárcel, así como los favores de carteles mexicanos (Sinaloa y Jalisco Nueva Generación) y la distribución de estupefacientes dentro y fuera de Guayaquil.